03 avril 2006

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Los amantes del síndrome polar no tiemblan de frío, sino de cólera por las cenizas del mundo que se agita. Cada lágrima es una gota de lo que muchos llaman lujuria, pero aquí es tinta para escribir palabras que nadie puede borrar, tatuadas en un libro de registro de emociones a punto de luz, convertidas, con el paso del tiempo, en recuerdos universales de lo que pudo ser y sólo será para quienes no atraviesen la línea trazada por el deseo. Somos una secta, la más dañina de todas, pero no prometemos la redención, más bien al contrario: la condena eterna.

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