15 décembre 2005

El por qué de mis peinados

He vuelto a abrir el Cubase para ver qué encontraba, después de meses en barbecho, y resultó que me descubrí a mí misma, desentrañada, como un abrigo fuera de temporada. Así que empecé a trastear por los archivos y hallé, aparte de unos cuantos mechones del pasado, una ristra de versiones apenas esbozadas, desnudas e infantiles, que recuerdo haber iniciado la nochebuena que pasé sola, hace ahora un año, en una casa de campo de Segovia. Canciones que (perdón por la frivolidad) no pertenecen del todo a sus autores/as, porque dejaron de hacerlo cuando las oí y empezaron a ser mías, como mi nariz, mi cabeza o mis oídos, porque las tengo en las tripas tanto o más que quienes las compusieron, porque me acompañan en el metro, divagando por el Quartier Latin o el Bois de Boulogne.
Anoche tomé la decisión de seguir con ellas, de hacerlas aún más mías, adaptarlas a los cuatro rincones de lo que soy, de lo que me dicen, y arrancarme los sedimentos que las acompañan para convertirlas en extensiones propias, en un ejercicio de exorcismo dulce y autocomplaciente. Si antes me pertenecían, canciones como No hay nada como tú (Esclarecidos), Un error de apreciación (La Dama Se Esconde), Blimea (Portonovo), 80 horas (La Buena Vida), Rent (Pet Shop Boys) y alguna otra de Pauline en la Playa, Sr. Chinarro, Françoiz Breut o Dominique A, ahora dejarán de pertenecerme para ser, sencillamente, yo.

Aucun commentaire: