03 février 2005

Tus pasos


Edward Hopper, Interior summer, 1909.

Si quieres saber qué pienso, mírame a los ojos. Mis sueños, mi falta de fe, las luces que me conducen y los techos que me cobijan, todos están ahí, en ese interior que es como un aleph, se cruzan y mezclan como los vientos con las nubes o el mar y la niebla.
Si quieres saber qué me preocupa, observa mis manos. Están temblorosas por los retos de la vida, están en calma por la belleza que me das, por la paciencia contenida o el frío de las sombras y los miedos y las tristezas y los desafíos y los desengaños.
Y si quieres estar dentro de mi, entra. El fuego está encendido y la estancia está vacía, esperando tu llegada. Sólo te pido que no hagas ruido, que tomes lo que te plazca y que, cuando no haya más nada que esperar y el tiempo se desvanezca, recorras de nuevo tus pasos en el camino de vuelta.

Al filo de la tierra
mi gran secreto
está en una salvaje y distante orilla.
El corazón pregunta por el primer placer
de aquí para allá,
la promesa
es una cama de helechos,
un disparo, una señal,
escena de amor
en la profundidad del bosque.
El genio pasa a través de ti
perdido y hallado.
Un abrazo es un pequeño impulso,
un sacrificio,
un corte en tus alas,
la herida.
Todas las cosas imperfectas
son sueños en un viaje.

Sólo recordar el barro de cuando el colegio era obligado destino. Sólo el barro de tus zapatos, de tus desmayos en el fango, bajo la lluvia. Saltos entre los charcos de tus sueños en nuestra cama, entre avenidas de asfalto y ceniza, salpicando nuestras sábanas de lodo mojado y fatigoso.
El mundo es una gran bola de barro, hueca, sin retorno. Sin océano, sin hijos que amamantar.
Hemos recuperado viejas canciones que invocan los días de lluvia, los días de barro. Viejas canciones tristes, con esa intensa complicidad que las aúna, las hace miles de pedacitos amargos, caen como el agua sobre tierra mojada, reinciden en la herida, son las mismas canciones que bailábamos en la oscuridad, en silencio, sin otro testigo ni delator, como acróbatas en días de tormenta, sin niños que nunca tendremos para ser nosotros mismos quienes pongamos fin a nuestra existencia, para que no lo hagan otros desde sus torres bajo el sol y sus asociaciones de maltratados por la ignorancia.

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