No es cierto que vuelva a empezar, eso lo dejo para ampulosos/as y gente que necesite de sentencias cotidianas para mantenerse en pié. Pero sí es cierto que el año, que empieza hoy en realidad, trae cosas nuevas: el adiós –o hasta pronto- a Relaciones Laborales. Ahora dedicaré todo mi tiempo a Derecho y al trabajo. Dicen mis jefes que este año me tocará viajar más, sobre todo a Bruselas –el proyecto nuevo- donde empezaremos en marzo.
La canción de hoy: Cristina, la chica que limpia el despacho y mi casa, tendrá papeles dentro de poco. Hace unos meses, cuando se habló de la reforma de la Ley de Extranjería, propuse a mi jefe hacer todo lo posible para que pudiese acogerse a la regularización. Ahora parece que todo tendrá un final feliz. Hace un rato me llamó para pedirme el día libre (hoy le tocaba en casa) porque su marido había comprado un coche y le haría ilusión acompañarle. Casi me hizo llorar de la emoción que sentía por ello. Para ella, Christine, de The House of Love.
Frase del día: “La lentitud: ésa es la mejor manera de alcanzar la felicidad” (de la película Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran, año 2003)
Alguien me escribió esto: "Se puede decir que mi vida es triste. Sé que no tengo mucho derecho a hacer semejante afirmación, cuando hay gente por ahí que no llega a fin de mes, que vive como puede en un piso de sesenta metros, que se deja la mitad del sueldo en deudas que parecen heredades. Pero todo eso es frase hecha, palabrería, qué demonios. La tristeza no es una tarjeta de crédito. Como la sombra, depende del sol que sea más o menos evidente, más o menos oscura, pero siempre está ahí. Todos somos unos tristes, y asumirlo es ahorrar tiempo. Distinto es la fachada, la cosa exterior, la mentira social. Eso se aprende."
En ocasiones, cuando estoy en casa a horas prudentes, lo oigo practicar sus ejercicios de piano. Debe tener 13 ó 14 años. A veces me encuentro con él por las escaleras, o en la entrada al edificio. Siempre que me ve, saluda tímidamente, se aferra a sus libros y baja la cabeza. Ayer coincidimos en el ascensor.
-¿Eres el chico que toca el piano, verdad?
-Sí.
-¿En qué curso estás?
-En cuarto...
-Ah, muy bien.
Su voz apenas es perceptible.
-Es muy relajante oírte así, en la sobremesa...
-El viernes, a las 7 de la tarde, los de mi curso haremos una audición en el conservatorio –se atreve a mirarme, por un segundo. Antes de salir, muestra una sonrisa tibia, que le devuelvo.
10 janvier 2005
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