28 décembre 2004

Apuntes de una mañana gris

Está amaneciendo, al fin.
Ayer volví a sufrir mareos, más intensos que los de la última vez. El médico del despacho ha vuelto a hacerme las mismas pruebas, por tranquilidad, pero está seguro del diagnóstico. No tienes nada que no se cure con descanso, me dijo. Y apenas has descansado: tienes que estar sin moverte y comer más. Y tienes que pisar el freno, me dijo. A las once me llamó mi jefe: volvió a pedirme que dejara Relaciones Laborales, que no podía llevar dos cosas a la vez y, además, trabajar.
Soy una chica sin hierro, daría para una canción de la movida, de esas que hacían Alaska o Corcobado. O Macnamara.
Mi vecina (pongamos que se llama Silvia) me dijo que vendría para hacer seguimiento de las indicaciones médicas.
(Philip Glass: Qué distinta suena la música en la soledad del amanecer)


* * * * *

Esta noche he debido tener algo de fiebre, porque he tenido sueños relacionados con mis obsesiones habituales: la curiosidad, el orden, la memoria, las ataduras. He soñado con un profesor que tuve hace un par de años en la Escuela de Relaciones Laborales. Yo estaba en primero, él daba contabilidad. Cuando acabó el curso, me llamó a su despacho para despedirse de mi. “Me voy a la Facultad de Derecho de Bilbao”, me dijo, “y quería decirte que has sido la alumna más brillante que he conocido. Y desearte mucha suerte en el futuro”. Después lo he visto algunas veces, porque él sigue teniendo contactos con la Escuela. La última fue la semana pasada, antes de las vacaciones. Nos encontramos en la biblioteca y me invitó a café. “Sé que sigues siendo la alumna con mejores notas, te felicito”, me dijo. Su aspecto era bastante diferente al de ocasiones anteriores. Sus manos le temblaban, vestía desaliñado y llevaba barba de varios días. Aparentaba más de los cincuenta años que tenía. Me preguntó si tenía correo electrónico, y se lo di. Aún no me ha escrito –tal vez haya perdido el papel donde apunté mi dirección-, pero me gustaría que lo hiciera alguna vez.
También he soñado que hacía inventario de mis discos y libros. Y que tenía que apuntar en una hoja de cálculo los que había comprado en este año, pero siempre me faltaba uno y no sabía cual. Contaba y contaba y siempre me faltaba un libro y un disco, e intentaba recordar si se lo había prestado a alguien o, simplemente, lo tenía guardado en algún sitio que no era el suyo. Tengo que tener 63, pero me salen 62, repetía una y otra vez. Mi sueño terminó con esta frase: la próxima vez me dedicaré a coleccionar pingüinos. Luego me desperté, sudando, y me dio la risa por la ocurrencia.
Lo de las ataduras lo contaré en otra ocasión, porque necesito concentrarme para relacionarlo con el último de los sueños, el más fuerte de todos. Y doloroso.

Frase del día: "Nunca te conectes a messenger. Sólo encontrarás a desquiciados/as". Pedro Carrillo.
Músicas de hoy: Arvo Pärt, Berliner Messe/Magnificat Summa. Naxos, 2004
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