Y de repente llega enero, la ropa no se seca y pasas parte de tu tiempo anticipándote al tiempo: poniendo el calentador en el cuarto de baño media hora antes de ducharte, encendiendo el brasero nada más llegar a casa y así sentirte a gusto durante la cena, aprovechando el último descanso de House para conectar el aire acondicionado del dormitorio...
Y de repente llega enero, te sorprende el candor de las nuevas canciones de Luque pero tu oído no se resiste a recuperar los hielos de múm y sentirte como la luz de un faro en Islandia, y vuelves a pensar en el no viaje a Reikjavik, en la avioneta estrellada de Otto el piloto, en que la existencia va pasando como si saltaras de fiordo en fiordo, en que llevas 841.200.000.000 latidos cardiacos consumidos y aún no sabes si los créditos de la película llegarán o no antes de confesar que has vivido, amado, soportado y sufrido el síndrome del círculo polar.
Y de repente llega enero, haces recuento desde el anterior, piensas en los metros atrasados, en las caras y las voces y los silencios revelados, eres consciente de cuánto has mudado, de lo que has hecho contigo y con los sin ti, de lo que no has hecho y te prometiste hacer, de lo que has vuelto a hacer sin querer, de las nuevas que te quedan por descubrir, de lo que sabes que no vas a conseguir, del tanto por ciento de interés que le has añadido a tu relación con tus demás; de que eres, en realidad de la buena, una jodida sabionda que no tiene ni idea de casi nada ni de nadie ni de la leche que te dieron.
Ni te preguntas si es la mejor época para jugar a inventarios o abrir cuadernos o hurgar en los sacos de esparto: en algún momento hay que dibujar la raya y recapitular. Y cuándo mejor que ahora, que de repente llega enero, la ropa no se seca y pasas parte de tu tiempo anticipándote al tiempo.
Y de repente llega enero, te sorprende el candor de las nuevas canciones de Luque pero tu oído no se resiste a recuperar los hielos de múm y sentirte como la luz de un faro en Islandia, y vuelves a pensar en el no viaje a Reikjavik, en la avioneta estrellada de Otto el piloto, en que la existencia va pasando como si saltaras de fiordo en fiordo, en que llevas 841.200.000.000 latidos cardiacos consumidos y aún no sabes si los créditos de la película llegarán o no antes de confesar que has vivido, amado, soportado y sufrido el síndrome del círculo polar.
Y de repente llega enero, haces recuento desde el anterior, piensas en los metros atrasados, en las caras y las voces y los silencios revelados, eres consciente de cuánto has mudado, de lo que has hecho contigo y con los sin ti, de lo que no has hecho y te prometiste hacer, de lo que has vuelto a hacer sin querer, de las nuevas que te quedan por descubrir, de lo que sabes que no vas a conseguir, del tanto por ciento de interés que le has añadido a tu relación con tus demás; de que eres, en realidad de la buena, una jodida sabionda que no tiene ni idea de casi nada ni de nadie ni de la leche que te dieron.
Ni te preguntas si es la mejor época para jugar a inventarios o abrir cuadernos o hurgar en los sacos de esparto: en algún momento hay que dibujar la raya y recapitular. Y cuándo mejor que ahora, que de repente llega enero, la ropa no se seca y pasas parte de tu tiempo anticipándote al tiempo.
2 commentaires:
Dicen;
"Se vive mas feliz en la ignorancia", pero como diria
Salomon "El que ama la sabiduria
se ama a si mismo".
Saludos
a mi hace años que no me funciona el calentador del baño!!!
es horrible!
espero hacer algo al respecto...
muchos besos!
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