Escribir es como mirar por la ventana y ver pasar a alguien que es como tú, igual que tú, sin saber del todo si tú eres la que ves o la que te mira. Leer, por el contrario, te sitúa fuera, al otro lado, atisbando de reojo a la persona que te observa desde la ventana y preguntándote si esa persona es más o menos la que tú quieres ser, si prefieres estar aquí, haciendo la vida, o allí, observando tu vida. Muchas veces, ese cruce de miradas parece quedarse en la equidistancia, chocar igual que dos trenes que parten de orígenes contrapuestos, pero en realidad rompen dentro de cada cual y son tan parte de una como de otra, porque son la misma persona, sin llegar a ser del todo sólo una de las dos. Parece un juego de palabras, pero no. Incluso aún más, cuando no soy yo quien lee, sino tú, al otro lado de ambas, entonces somos tres, o cien mil, aunque sigamos siendo una. Por eso siempre me gusta estar en la ventana, observándome, observándote, porque también tú estás aquí y allá y dentro de mí.
03 juillet 2006
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1 commentaire:
creo haber comprendido tu idea. mu gusta. gracias.
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