30 juin 2006

Tengo pendiente una carta a una persona que me escribe aquí de vez en cuando. Pensar en ella me deja tantas contradicciones que no sé bien por dónde empezar. Mi vida, dentro de lo que se puede considerar la vida de las personas, sólo ha tenido un momento duro, que, por otra parte, ha pasado o pasa o pasará por delante de casi todo el mundo: la muerte de una madre. Aparte de eso, que no es poco pero sí inevitable, me considero afortunada. Está claro que siempre se puede tener más, que no creer en ello ya te etiqueta como conformista, que a veces te gustaría poder disfrutar de tal o cual cosa que no tienes; sin embargo, la lluvia del porvenir sólo me preocupa en la medida de que, quizá, lo que ahora tengo algún día pueda perderse, en todo o en parte, o, aún peor, desaparecer. Algunas personas de mi entorno dicen que sienten envidia sana por mí; otras, por contra, piensan que puedo llegar muy alto, que lo mío podría ser sólo el comienzo... que, con veinte años y una cierta madurez, debería apuntar lejos. Me pregunto qué significa eso, siendo tan ínfimos como somos, y de qué se supone que tengo que llenar las alforjas. Tal vez por ahí empiece esa carta prometida.

2 commentaires:

Anonyme a dit…

Desde luego hay una buena conversación ahí, pero yo hoy no digo nada porque si no puede que te estropee tu carta.
Besos

Anonyme a dit…

Rosanna....Esto te digo...
*Gracias.
Un beso sumamente especial con dosis de cariño sin tonos grises, por todo lo que me transmites.
Irache.