A veces, los sueños se cumplen y dejan de ser sueños, claro. Ya lo dijo Kieslowski: lo importante es desear algo, imaginar cuánto te gustaría tenerlo, pensar en lo que harías si lo poseyeras... hasta que es tuyo y deja de tener interés. Sánchez Gordillo, el alcalde de Marinaleda, hablaba mucho de la utopía posible, conceptos antagónicos que estremecen al verlos juntos. Pasa también con el amor. He conocido a gente que ha llorado de felicidad por lograr a la persona amada, idealizada, en fin, ya se me entiende, y luego esa llama no ha dado ni para rescoldos.
Estoy hablando de rutina, cómo no, esa atemporal e histriónica enemiga de las emociones, capaz de convertir la nostalgia en papel de estraza para envolver pescado. Ya sé que Og Mandino hablaba de la rutina positiva, pero esta sólo funciona en quienes persiguen el amor al trabajo, cosa que tal vez yo haya conseguido ahora, al menos en parte. La otra, la que no tiene manual de instrucciones, sólo he sido capaz de verla permanentemente en algunas personas, tal vez en mis padres, aunque ellos no cuentan, porque no hay otros iguales. Por lo que sé, también Saramago y Pilar del Río rompieron el cliché, tal vez por el brillo que da el juego de las contradicciones entre el pesimismo existencial de él y la condición de revoltillo vitalista de ella.
Todo esto viene a cuento de aquel café que compartí con mi madre cerca del palacio de la Ópera. Fue poco antes de morir ella, incluso de saber que tenía cáncer, cuando aún no me había ido a trabajar a Bruselas y de vez en cuando me escapaba de Madrid para visitar a mis padres y evitar así que insistieran en que me viniera a vivir con ellos. Después de contarle mis cosas durante un largo rato, y otro más mirando pasar a la gente por las vitrinas del café, sonriendo y con los ojos brillantes, ella me dijo algo así como “¿Sabes qué? Te miro y me veo a mí misma con tu edad. Ya sé que es una cosa normal, de esas que dicen las madres. Pero también veo a tu padre de entonces, y me veo a mí y a tu padre ahora, lo que somos, lo que hemos vivido, la relación que tenemos. Entonces vuelvo a pensar en ti otra vez, y sé que tu padre ha hecho esto mismo muchas veces. Y también lo hemos hablado, y nos hemos reído al coincidir en esos pensamientos y... bueno, lo que quiero decirte es que tenemos muy claro, ahora más que nunca, que nos gustaría ser como tú. En realidad, aunque sé que puede sonar extraño, estamos intentando volver a ser como eres tú”.
Cuento todo esto, no por tristeza, sino porque sólo ahora entiendo que ella también hablaba de la rutina.
2 commentaires:
Yo hace tiempo que siento que he emprendido un lento camino hacia atrás, en ese sentido, como querían tus padres. Y por otro lado, lo de aprender que poseer no es amar... no puedo estar más de acuerdo! Besos
Te defines con la juventud en tus manos, es impresionante que calidad tan curtida tienes como ser humano, tu madre estará orgullosa siempre, precisamente por haberse reflejado en tí. Eso es no solo pragmático es el cordón umbilical respirando.
Y tu padre, tiene que ser sobre todo, paz, al menos con él. El reflejo de que cada paso ha sido el acertado contigo.
Un beso Rosa.
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