13 juin 2006

Llegas a la cafetería y una amiga te presenta a un amigo. Conversan y entro en la escena, no con mucho interés, porque el hilo de la telaraña lleva rato tejiéndose. De buenas a primeras, el chico recién conocido se dirige a mí.
- ¿Y a ti qué es lo que más te gusta del sexo?
- ¿Cómo? No entiendo bien.
Me lo explica.
- Ah, eso, bueno, hay cosas que no se pueden contar a cualquiera.
- O sea, que eres de las que piensan que el erotismo es algo sagrado.
- No, en absoluto, pero tampoco voy con pancartas diciendo “me gusta que me muerdan la oreja mientras me lo hacen por detrás”.
Mi amiga sonríe e interviene, “eso no está nada mal, por cierto”.
- ¿Tienes novio o pareja o algo así?, pregunta él.
- No, ¿y tú?
- Sí.
- Ahá, ¿y ella suele contar esas cosas a las primeras de cambio?
- No sé, pregúntale, la tienes al lado.
Mi amiga pone cara de pocos amigos.
- Oye, que yo no soy tu novia ni tu pareja ni nada así.
Él, a la defensiva, pone cara de no entender nada.
- Pero bueno, ¿y entonces?
Mi amiga, definitivamente, sale de la órbita de sus modales y se levanta, soltando la servilleta como hacen las actrices rebeldes de las películas en blanco y negro.
- Imbécil, que hayamos follado hace un rato no te convierte más que en otro de la lista.
Ella se marcha. Él y yo nos quedamos.
- Creo que he metido la pata.
- Yo diría que sí. Y en cuanto a ella... Anda, te invito a un café y empecemos de nuevo...

2 commentaires:

Anonyme a dit…

La sangre no le había llegado todavía al cerebro al pobre chico.

CY a dit…

Yo, si tuviera que apostar, diría que eres algo fetichista... O algo fetiche.