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Me gusta la gente que quiere llegar al final de una escalera para encontrarse y subir otra escalera nueva. El sexo gestual, la apariencia como forma, el deseo como método. Prefiero buscar lo que se esconde detrás de los motivos a recoger las ideas al vuelo, el juego antes que su causa, la causa antes que las palabras, las palabras antes que la imagen. Nadie es capaz de mostrar lo que tiene sin responder con preguntas. Que me digan adiós cuando aún no me ha dado tiempo de pensar si tengo algo para echar de menos, que me saluden con la mirada perdida y en silencio. Basta de lamentos, de romanticismos inocuos, de poses nostálgicas, de vivir esperando. Hay que dar pasos, pues, aunque no sean certeros. El arrepentimiento es el último recurso, la huida, la miseria, la peor de las recompensas. Me gusta la gente que rueda por las escaleras y vuelven a ponerse en pie para intentarlo de nuevo.
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