Parte frívola de este post.

Una de las ventajas de vivir en París es que aquí no llega la primavera cuando lo anuncia El Corte Inglés -aunque te pongas ropa de El Corte Inglés y no de las galerías Lafayette de Montparnasse o Haussmann-, sino cuando el cielo adquiere ese color que sólo existe en esta ciudad, probablemente por culpa de la torre de Eiffel, los impresionistas de principios del siglo pasado y las gimnopedias de Satie, que a partir de mayo salen del fondo del río y se adhiere a los barcos mosca repletos de turistas accidentales y japoneses haciéndose fotografías como si fuesen militares de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto que también hay otros colores únicos en otras ciudades, pero los de aquí, tan continentalmente celestes, tienen la ventaja de que en verano no acaban arrasándote (no tanto, al menos) como los de Madrid. Hay gente que piensa que en París es capaz de llover durante la semana y salir el sol el viernes por la tarde, no por cosa del azar, sino simplemente porque así lo quieren sus habitantes.

Parte cruda de este post.

Aunque tal vez estas cosas no lleguen ya al exterior del país, lo cierto es que, mientras en Madrid se desayuna con el liviano debate sobre el estado de la nación, aquí se sigue hablando del futuro (o del presente, con esperanzas de salir de la pesadilla y convertirlo en pasado) del señor Villepin y de las cosas del partido socialista, tema recurrente que hoy ha quedado eclipsado por los cuatro policías heridos y los coches destrozados de Montfermeil y Clichy-sous-Bois (Seine-saint-Denis). También es noticia la muerte de Edouard Michelin, de 42 años, después de naufragar con una pequeña embarcación. Su entierro multitudinario en Notre-Dame ha salido en todas las televisiones.

Como veis, siempre procuro dejar la parte cruda para el final y, por el contrario, me extiendo más en la cosa frívola. Son contradicciones que una se permite y que siempre se pueden justificar por la edad. En fin, al menos ha bajado el índice de desempleo...