25 mai 2006

En el festival Cinéma du Réel he visto la película española "El Desencanto" (1976). Como el título dice (o me lo dice a mi) es una radiografía de la frustración del ser humano (y del creador quizás). De la tristeza (cuando no tiene ninguna causa aparente que es cuando, en su mismo patetismo y frente a tanta tristeza justificada, más triste es) y de la incapacidad de recuperarse de ella. No esa melancolía y desesperanza que se cura con Prozacs y psicólogos, sino aquélla casi romántica (desconocida para mi generación) que ni se provoca ni se quita, por lo tanto, con nada.
La película es prácticamente de culto en España, según me cuenta mi padre. En ella se entrevista a los tres hijos y a la viuda de Leopoldo Panero a los diez años de su muerte. La madre, Felicidad Blanch, una mujer presa de una mezcla de burguesía e indolencia, salpicada de tristeza y, bueno, de desencanto. Su nombre le reflejó la vida un par de años nada más, de ahí en adelante vivió a la sombra del marido. El mayor, Juan Luis (con la consigna quizás de ser el padre) quiere a toda costa ser escritor, no tanto escribir, sino ser escritor, vive rodeado de artilugios y referencias que le permiten mantener(se) la ilusión. El pequeño, Michi, viéndolo todo desde ese tercer plano de los benjamines, pareciera tan liberado de los embrollos del resto como cargado por ellos. Los tres, con la madre, entre mil cigarros y otras tantas referencias intelectuales/existenciales trasmitían esa sensación (a veces tan común) de estar en este mundo (esperando a dejar de estarlo) sólo porque no hay más remedio, porque no hay como escapar. Como un condenado a vida.
Me pareciera que la película pudo haberse llamado también "El Desperdicio". Da la impresión de que, sin mayores esfuerzos, estos padres normales, burgueses, intelectuales, egoístas... unos padres como los de cualquiera en su generación, le arruinaron la vida a sus hijos, arruinándosela también ellos mismos. De repente aparece el tercer hijo: Leopoldo Panero. Leopoldo escribe no porque quiere, como el mayor, sino porque tiene que hacerlo, es casi una necesidad. Sufre con discreción y quiere, como el resto, morirse, pero no hace de ello su vida. Cada frase que sale de la boca de Leopoldo María Panero durante el documental es de una sabiduría justa. Es el único capaz de hacerse reflexiones que sobrevuelan y sobrepasan la situación de la que son todos presos. Un verdadero poeta. Encima de las tragedias comunes, Juan Luis tiene que soportar la de ser superado en todo (hasta en las formas de cometer suicidio) por Leopoldo. El contraste entre estos dos hermanos es impactante e intrigante, ¿en qué radica que uno sea un genio y el otro sólo quiera serlo? ¿Justo en eso? ¿En la relación de necesidad y deseo que uno y el otro tienen con el arte? ¿Por qué Juan Luis camina por la calle con sombrero negro y aire sombrío, citando a Borges mientras que Leopoldo no para entre la cárcel y el manicomio (en dónde va a parar en gran parte por que su madre lo descubre fumando marihuana)? La figura de Leopoldo Panero me impresiona grandemente. Cuando sólo se es capaz de sufrir la existencia ¿a dónde va la (mi) tristeza, la melancolía y el dolor? ¿Por qué al arte? ¿Por qué no? ¿O a ningún lado como en el caso de Michi? ¿Seré un poco como Juan Luis queriendo secretamente ser Michi, sabiendo que la única forma digna de sobrellevar el desencanto es ser Leopoldo? No conocía la historia de ninguno de los hijos de Leopoldo Panero y me regocijé en tal ignorancia.
Durante la película imaginaba, con más miedo que curiosidad, qué habría sido de cada uno de ellos. Por los que mencionan como sus amigos (Eduardo Haro, Vicente Molina) me imaginaba las edades que tendrían, lo que harían, ¿Quién será ahora el famoso? ¿Quién el mejor escritor? ¿Qué tan burgueses serían? ¿Sería Leopoldo ahora como Eduardo Haro? Cojo valor por fin para buscarlos en internet. Me encuentro a Leopoldo María Panero en un hospital psiquiátrico, con la misma cara pero más viejo, entre sabio de los tiempos y abandonado infeliz. Durante el documental me imaginaba que vivía en esa época, que conocía a Leopoldo y nos enamorábamos, me preguntaba vanamente (en todos los sentidos) si podría salvarle. Me siento un poco culpable. Leopoldo Panero es un poeta de culto al que Bunbury le hace homenajes. Pero en el fondo es el mismo infeliz que pareciera haber escogido ser loco como única forma de sobrevivir. Busco a Michi y encuentro que murió, como él mismo lo predijo, de cirrosis a los 51 años hace un par de años. Siento haber llegado tarde y siento como nunca la desolación que rezuma la canción de Nacho Vegas ("El hombre que casi conoció al Michi Panero"). Al día de la muerte de Michi, Juan Luis no lo había visto, ni a él ni a Leopoldo, en catorce años. Alcanzo sólo a ver una foto suya. Su expresión y su mirada de desamparo, a diferencia de la de sus hermanos (que son exactamente las mismas que en el documental) lo hacen mucho más viejo de lo que debería ser. Leo por ahí que en 1990, después de la muerte de la madre, se ha hecho un segundo documental ("Después de tantos años") en donde se vuelven a reunir los hermanos Panero. Espero no verlo nunca.

5 commentaires:

CY a dit…

MEDITACIÓN IDIOTA A LA HORA DE ACOSTARSE SOLO

Si has dicho, y repetido en tantas ocasiones,
que tu único amor es una maleta
por qué te quejas y protestas
mientras miras el techo sobre tu cama solitaria.
Víctima, juez, y al final verdugo,
aún puedes sentir que te estremeces porque alguien te quiere,
pero tu elegiste, en cierto modo, ese destino,
y ahora debes pagar el precio.
Tú que pronunciaste "te quiero" ,tantas veces,
para reírte luego de tu propia frase,
¿qué esperas? ¿a quién pides en vano?
Si cuando encuetras a alguien que comparte tus días,
tus noches más terribles, tu suma de fracasos
te da miedo decirle "sigamos juntos siempre"
aunque sea una frase, aunque no te lo creas
¿qué final es el tuyo? ¿qué es lo que aguardas?
Y si también te quejas de las grotescas farsas
que a menudo, inútiles construyes
con frívolas historias, palabras mercenarias,
¿que pretendes? ¿que pides a la vida?
La vida no es un juego, debiste comprenderlo,
y si hay algo muy claro es que has envejecido.
Conformate y aguanta, y no pidas milagros,
que el vodka te acompañe al silencio y al sueño.
A los pies de tu cama, como una perra en celo,
la muerte, servicial, te da las buenas noches.

Juan Luis Panero
(de "Juegos para aplazar la muerte"

Anonyme a dit…

primero panero me llevo a la locura y luego me trajo a ti.
gracias por enseñarme tanto Panero!

Anonyme a dit…

Nice colors. Keep up the good work. thnx!
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Anonyme a dit…

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Anonyme a dit…

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