Monique siempre ha dicho que cuando se suicide –asegura que no piensa morir de vieja o hecha polvo- le gustaría que alguien se responsabilizase de quemar todas sus fotos. Hace poco le regalé El Libro de las Ilusiones, de Paul Auster, para espantarle esas mariposas de la cabeza. Pero el efecto ha sido justo el contrario. En vez de apiadarse de Alma, se ha puesto del lado de la malvada mujer de Hector Mann, papel que, por cierto, me ha encomendado sin el más mínimo rubor.
- Además, tú eres comunista, no crees en las herencias. Y me niego a que se las quede Chirac, o quien venga, o una de esas estúpidas fundaciones creadas por los bancos para evadir impuestos.
A veces, Monique me recuerda a las preciosas y retorcidas mujeres que aparecen en las películas argentinas, capaces de decir cosas muy serias sin dejar de tomárselas a broma.
- Bueno, entonces lo tendré fácil. Ya sabes que los argentinos se suicidan lanzándose al vacío desde lo más alto de su ego.
- Además, tú eres comunista, no crees en las herencias. Y me niego a que se las quede Chirac, o quien venga, o una de esas estúpidas fundaciones creadas por los bancos para evadir impuestos.
A veces, Monique me recuerda a las preciosas y retorcidas mujeres que aparecen en las películas argentinas, capaces de decir cosas muy serias sin dejar de tomárselas a broma.
- Bueno, entonces lo tendré fácil. Ya sabes que los argentinos se suicidan lanzándose al vacío desde lo más alto de su ego.
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