En la madrugada del viernes al sábado el estómago me jugó una mala pasada. Durante la cena había mezclado zumo de naranja con tortitas fritas, fresas con nata y magdalenas con chocolate, y a eso de las 2 acabé tirada en medio del aseo, con un dolor intenso en el vientre, empapada en sudor y vomitándolo todo en el suelo porque mi cuerpo no era capaz de ponerse en pie. Jean Paul, que siempre estudia por las noches y que me vio salir desencajada de mi habitación, me ayudó a recomponerme, limpió mis desechos y me llevó de nuevo a la cama cuando pude levantarme.
- Pensaba que eras perfecta... ahora veo que no –bromeó a la mañana siguiente, mientras me servía un té.
Como agradecimiento, le invité a un concierto en el Café de la Danse, donde actuaba Brisa Roché, una cantante californiana que vive en París desde hace unos cuantos años y que se parece a Björk, tanto físicamente como en su forma de comportarse. Hace poco grabó "The Chase", un disco de baladas, rock ácido, pop de los sesenta y dulces experimentaciones jazzy.
Ayer por la tarde quedé con un amigo pianista, que ha puesto unos arreglos en la versión acústica de una canción inacabada que me traje de Madrid. Pedro, que cantó en el tema, me ha escrito emocionado nada más oírlo. Qué curioso, ese piano tan blues me ha recordado cuánto te echo de menos.
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