23 février 2006

Percepciones

Me levanto empapada en sudor, después de soñar que la habitación estaba llena de vapor de té. Medio dormida, sentada al borde de la cama, mirando mis manos y mis piernas, soy consciente de que el sudor debe oler a sudor, pero mi nariz percibe aún la realidad del sueño. Incluso después de la ducha, de haber enjabonado todo mi cuerpo y de usar el desodorante, noto briznas de té resistiéndose a abandonarme.
Al salir del apartamento, en el rellano, un ratón se asusta de verme y baja huyendo por las escaleras. Se lo comento al conserje, que debe haber sufrido la duermevela leyendo en Le Figaro la trifulca entre socialistas y derechistas por el tema de l'Epidémie (gripe aviar), porque me responde: “Señorita, esto es París, la limpieza es un lujo”.
A las siete y media hay 1º C en la calle y el cielo amenaza con lluvia. Lluvia de té, pienso. En el metro, el chico de Costa de Marfil que da los billetes me vuelve a recordar lo económico que resulta la Carte Imagine. La señora que me sigue en la cola se impacienta, mira su reloj, me marea con su perfume Cacharel cada vez que vuelve la cabeza en dirección a la boca del túnel. Veinte minutos más tarde, al salir de nuevo a superficie, las nubes han cogido un color violáceo. A lo lejos diviso la figura de mi jefe, recortada por la luz del café. Cuando entro, su sonrisa de buenos días hace coro con los pensamientos de los clientes que leen el periódico, bostezan, hablan en voz baja con sus acompañantes o dan sorbos de calor a las tazas. Me meto en el vestuario y me cambio. Recibo un mensaje cariñoso de Monique, que está haciendo fotos del Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris, que acaban de inaugurar. Cuando salgo, mi jefe está fumando un cigarrillo en la habitación reservada, me dice “Hay poca gente, qué raro, Youssef puede con todo, es un chico estupendo, ayer no te pregunté por el concierto de Depeche Mode, ¿te sirvo un poco de té?”.
“Sí, gracias, por favor”, respondo. Y le hablo de Enjoy the Silence.

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