Los días son un borrador: nos pasamos el tiempo sin terminar nada y sin terminarnos, porque el final no es más que la última página, a la que no queremos llegar para evitar cerrar el libro y dejar la historia atrás. Cuando me cepillo los dientes, bebo agua, echo helado en el café o reposo después de hacer el amor, tengo la sensación de estar de paso, en tránsito, in itinere, como las aves migratorias.
Cuando duermo, me desprendo de mi misma hibernación y asciendo hasta el techo y me veo, tumbada en la cama, desnuda, hecha un ovillo, átomo azul imperceptible, agazapada sobre sueños polares que, al despertar, aparecen esparcidos sobre la mesa del salón.
Los sueños son escapularios que nos ayudan a caminar durante el nuevo día. Que es un nuevo borrador.
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