El día que arda mi sangre, acabaré derretida. Pero para entonces ya me habrán sobrado las calles, la gente, el desayuno en Chez Michel y las bocanadas de davidoff en las escaleras de Montmartre... y ninguna ciudad me quedará lejos: seré yo, equidistante, quien permanezca fuera de toda órbita, como un cometa que, sorteando planetas, va derramando azúcar por el Universo.
13 décembre 2005
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