
Cuando se obsesiona con una canción, la graba cien veces y la repite durante todas las horas que pasa tumbado en su habitación.
-Tienes que ventilar esto un poco le dije, dejando que lo interpretara a su elección.
Se ha levantado musitando Love is bladness en un inglés perdido. Cuando no habla, la melodía retorna como ungüento agazapado a su voluntad. Le sucede a menudo: si sus palabras no lo distraen, algún resorte le hace tararear otra vez. Las paredes están recortadas con carteles de películas y fotografías de actrices en blanco y negro. Las estanterías sólo esperan una señal para desplomarse.
-Oye -le digo- vamos a echar unas cervezas.
Conozco a algunos como él, cada uno con lo suyo. Son todos unos acróbatas.
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