15 juin 2006

Escribo para combatir mi silencio hacia el exterior, para no hablar sin pensar, como forma de ordenar y asumir mis contradicciones. Escribo para esquivar las palabras de la rutina –esas que no podemos dejar de decir- y para responder a las preguntas que nadie me hace, salvo yo misma. Tengo decenas de cuadernos llenos de frases entrañables –paridas de las entrañas- y con vistas sólo al interior. Algunas salen de repente por mi boca, cuando menos me lo espero, y suenan raras.
A veces, también, escribo para escribir, igual que proclamaban del arte las obras de Beuys y los conceptualistas de finales de los sesenta. Otras muchas lo hago para oírme, para saberme, para reconocerme, para no convertirme en mi propia enemiga (como decía aquel cartel soviético: “Hablar demasiado ayuda a tu enemigo”).
Y aquí, en este espacio abierto, además de para todo eso, he aprendido a escribir para escuchar, que no es más (ni menos) que otra forma de ser yo.

Aucun commentaire: