
Cuando no tengo ganas de escribir, escribo sobre ello. Es un consejo que me dio mi padre, de esos que siempre se recuerdan y te vienen de vez en cuando a la cabeza como si acabasen de ocurrir. Hace algunos días que me pasa, y cuando intento encontrar un motivo no se me ocurre nada especial, salvo la apatía. Algunas veces he sufrido de apatía general, de esas que influyen en todo lo que haces.
Ahora no es lo mismo: tengo ganas de salir, de moverme por la vida, de relacionarme con la gente. Incluso con ese señor estirado que viene últimamente al café y me habla sin demasiado cariño.
-¿Tiene algún problema?
-¿Por qué lo pregunta?
-No sé, son cosas mías.
-No, que yo sepa ¿Y tú?
-No, no, en absoluto, perdone.
En fin, esas cosas que ocurren a veces.
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