
Lo más hermoso, tal vez lo único hermoso, de este espacio no está en lo que yo garabateo en él, sino en lo que sugiere. La mirada ajena no tiene las ataduras de mis facciones ni el corsé de mis pensamientos, es capaz de llegar, desde el otro lado, con alforjas llenas de luces y sombras que no son las mías, o quizá lo sean más que yo misma, revelen de mí más de lo que yo pueda llegar a revelar. Percepciones que pasan por el filtro de lo desconocido, de lo irreal, y acaban teniendo una forma, un olor y un sentido, aunque sea un sentido distinto al que yo le doy, pero tan perfecto y lógico, tan natural como las personas que lo llevan consigo. Eso, en cierto modo, significa que el mundo está lleno de belleza: la de otros ojos que me miran. Desde este lado de la línea, je vous en prie.
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