23 janvier 2006

Densidad

Las personas estamos llenas de vicios ocultos, como las viviendas nuevas. Esto me lo dijo un trabajador de una empresa constructora que se dedicaba a hacer repasos en los pisos cuando éstos se entregaban a sus propietarios. En aquellos tiempos se refería a la movida de Tamayo, el que dejó la comunidad de Madrid empantanada durante algunos meses (y lo que te rondaré morena).
Fuera de ese contexto, y entendiendo el concepto en sentido amplio, la frase (sí, otra) es perfectamente válida para las relaciones personales más livianas. Es algo absurdo, porque al final todo cae por su peso y resulta de género bobo pretender que nadie se vaya a dar cuenta de la realidad propia. Si algo me saca de quicio (es un decir: casi nada ni nadie me saca, ni de ese sitio, ni de mis casillas) es el pavoneo con que muchos se muestran ante los demás, lo mismo persiguiendo dinero, negocios, pareja, sexo, protagonismo político, afán intelectual o cualquiera de esas pretensiones que tan bajo nos hace planear a veces a los seres humanos. Es una cuestión de densidad: los vicios, y no las virtudes, son los primeros que flotan. De la mediocridad de cada cual depende creer o hacer creer lo contrario.

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