
Nada de lo que pienses ha dejado de ocurrir. Nada. El pelo enmarañado, los brazos como telas de araña, el perfil entero empapado en sudor, el rostro desenfrenado, la boca salada, la lengua dulce, el aliento esparcido por la habitación. Cama de helechos, cama de espigas, cama de hielo, síndrome polar derretido, el cuello enrojecido, mi pecho desentrañado, el sabor de la sangre que alimenta, el olor de azufre convertido en oxígeno, la cera ardiendo lentamente, hasta que llega la ruptura y el bien se vuelve mal y el grito se torna armonía.
Pará qué el amor, si tenemos sexo. Fiesta de los maniquíes. No los toques, por favor.
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