
Mi paso por esta ciudad lo fue todo, pero ahora me siento extraña en los lugares donde me hice como soy, tal vez porque he dejado de serlo, tal vez porque en realidad no lo fui. Mis amigos y amigas, los que nunca me abandonaron del todo, dicen que je me sens une autre... desde las afueras de mi existencia, son como personajes de algún libro que leí en la infancia, tal reales o irreales. Paseo por las frías calles de Madrid y los recuerdos se me ponen delante en blanco y negro, y no sé si soñé que hubo un tiempo en que fueron mis calles o, simplemente, salieron de una película añeja y llena de nostalgias.
La diferencia entre esta ciudad revisitada y París debe ser esa: aquí dejé de ser, allá soy siempre un nuevo capítulo de una historia por escribir. Aun así, el color sepia me atrae, como el vértigo de querer saltar y sentir el hormigueo del abismo en mis entrañas.
Tal vez por eso sonrío. Es como releer un viejo libro y sentir de nuevo su abrazo complaciente, que siempre estuvo ahí, guardado en el estante, esperando a ser abierto otra vez.
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