Conocí a tu madre, me dijo. Una gran mujer, y no tengo duda de que tú también debes serlo, porque no puede ser de otra manera siendo su hija.
La miré, extrañada por haber llegado así y por sentarse junto a mí, con una taza de café y unas flores. También me intrigó su aspecto: me resultaba conocida, pero no sabía de qué. Ella escogió una rosa y me la entregó.
Toma, me dijo con los ojos brillantes y la voz quebrada. No me conoces, añade, pero de vez en cuando te he visto desayunar aquí, y hoy me he decidido a saludarte.
Quién es usted, le pregunto.
Mi nombre es Marie-George Dubuffet, soy secretaria del PCF, responde.
Acepté su rosa y le tomé la mano.
Gracias, camarada, le dije en español, pero no pude continuar. Tan sólo pude ofrecerle un beso y unas lágrimas, que mojaron su cara.
Dicen que hay un eclipse, que deja un anillo de sol en Madrid. Tal vez sea por eso que esta mañana no he podido quedarme dormida.
03 octobre 2005
Inscription à :
Publier les commentaires (Atom)
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire