23 septembre 2005

Termitas

Las flores más hermosas me las regaló mi padre.
El camino más dulce lo recorrí dentro de mi habitación.
El viaje más largo no salió de debajo de las sábanas.
El amor de mi vida lo tuve en una vida anterior.
El día más amargo fue el primero que olvidé.
La voz más cálida la tengo a mi lado
y la más triste está a más de mil kilómetros,
pero no me espera.

Y lo último que me hizo llorar fueron estas líneas que escribió de mí quien no volví a ver:

Antes de marcharme, le di un beso en la frente y apagué la lamparilla. Luego, con la luz tibia del amanecer laminando de claroscuros la estancia, eché un vistazo al interior desde la puerta, como en una despedida por si acaso, como si ignorase si iba o no a volver a entrar allí. Tal vez por eso me detuve en su ropa, colocada sobre la silla del escritorio, la misma que fui desmadejándole a besos, apenas unas horas atrás, su camiseta de Anthony and The Johnsons, plegada entre los párpados para decirme adiós con un guiño cómplice, la sonrisa duplicada de sus pantalones, rasgados por encima de las rodillas, sus calcetines negros, engurruñados dentro de los zapatos. A pesar del desaliño, sólo yo parecía ser la nota discordante de aquella composición armónica donde todo, hasta las prendas íntimas tiradas por el suelo, daba la impresión de ocupar su lugar natural. Muchas veces he asumido esa percepción, en otras habitaciones de otras chicas con las que había compartido noche, pero sólo entonces, cuando cerré y la dejé de mirar, me invadió una desconocida sensación de desasosiego anímico. Inconscientemente empezaba a echarla de menos.

Aucun commentaire: