Hay fechas que me provocan especialmente. Ésta que acabo de escribir es una. En alguna ocasión me ha hecho evocar la canción de Brassens que lleva por título, precisamente, Le 22 Septembre, y que le sirvió al gran Georges para reírse bien a gusto de las tonterías que los humanos solemos pensar (y escribir y hacer y padecer) cada vez que nos deja plantados alguno de esos amores que nos da por llamar «el amor de mi vida».
Aprovecho en ese caso el día para felicitarme yo también por haber superado alguno de esos ataques de honda melancolía —aunque no recuerdo que nadie me abandonara precisamente un 22 de septiembre— y, ya de paso, y como el de Sète, para pensar que, bien mirado, es verdad que resulta un tanto triste no estar ya triste por ningún amor perdido.

PD.: De paso, me he comprado los últimos discos de Autour de Lucie, Bertrand Bestch y Saint Etienne. No puede caber tanta belleza en tan sólo un día.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire