Montmartre está lleno de turistas y africanos. No es que me moleste, todo lo contrario, porque la paradoja resulta enriquecedora para ojos acostumbrados a las líneas rectas, a la pulcritud exangüe, a la memoria infantil de las escaleras ocupadas por estudiantes y pintores callejeros. Cuando mis padres me trajeron desde Madrid, desde aquel apartamento que siempre estaba lleno de escritores y políticos, ir a Montmartre era una forma de volver atrás. Ahora no echo de menos nada, ni siquiera los años que viví sola en España, estudiando y trabajando como una endemoniada. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos...
Y hablo de ese tiempo como si fuese hace un siglo, cuando apenas han pasado unos meses. Luego vino Bruselas, lo más terrible, y ahora estoy aquí, sentada a los pies de la Iglesia, tomando un café con Monique y con Paul, el sol brillando en mi cara, una ligera brisa levantando mi falda. Y la existencia se para por un momento. Debe ser lo más parecido a volar.
16 juin 2005
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1 commentaire:
te acuerdas de mi? yo aun si
de hecho por eso te escribo de nuevo. Espero que todo vaya bien, un beso
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