03 janvier 2005

Nada como el hogar

Solitude standing. Discos de múm, de Bach, de Preisner; un libro de Houellebecq; dormir abrazada a la guitarra; un cuaderno para entablar las últimas conversaciones de año, para saber qué ha sido de mí, quién soy y qué pretendo ser. Una montaña con forma de mujer muerta. Una botella de vino y una taza de café sobre la mesita de noche.
Somos actores de carácter de la Torre de Babel, aturdidos, infelices e incapaces de sentarnos a horcajadas sobre el cable de alta tensión. Los colores del silencio. Hacer inventario:
-Qué tienes: todo.
-Qué debes: todo.
-Qué eres: nada.
Llego a casa y deshago la maleta. Me ducho, me seco, me miro al espejo, desnuda. Ahora sé qué me llevaría a una isla desierta. No hay nada como el hogar.

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